Al parecer, Artur Mas
cree que integrar a Catalunya en la Unión Europea como Estado
independiente es algo
rápido y fácil. "En 24 horas puede hacerse", creo que llegó a decir
el pasado lunes en TV3. Pues bien, nada más alejado de la realidad.
Uno de los problemas
que más obstaculiza el desarrollo normal de la vida política catalana es el
desprecio por el derecho. Ello condujo al fracaso del nuevo Estatut, obviamente
inconstitucional; se manifestó en la bochornosa manifestación contra la
sentencia del TC, y ha frustrado la reforma de la financiación autonómica al
empeñarse la Generalitat en utilizar la vía del concierto vasco, aun sabiendo
de antemano que es constitucionalmente imposible.
Tantos errores no son
casualidad, quieren perder pleitos para hacerse las víctimas, utilizan el derecho
como arma política y de enfrentamiento en lugar de instrumento para la justicia
y la concordia. Con esta mentalidad destruyen la misma esencia del derecho,
exactamente su razón de ser.
Ahora estamos en una
nueva fase dentro de la misma filosofía. Por ejemplo, se intentan
minimizar las
dificultades que ofrecerán las relaciones con la Unión Europea. Ignorar las reglas
jurídicas y sustituirlas por mera voluntad política es desconocer que la UE es
una comunidad de derecho. En los países democráticamente desarrollados la
voluntad del pueblo se expresa a través de los procedimientos que señalan las
leyes. Y las normas europeas ?en este caso los tratados constitutivos que, como
el adjetivo indica, son equivalentes a una constitución? establecen unos cauces
que no pueden ser vulnerados. Veamos.
En primer lugar, un
Estado no se constituye como tal con el mero impulso de su voluntad, es decir,
mediante una declaración unilateral de independencia, sino que debe ser
reconocido por los demás estados y por las organizaciones internacionales, es
decir, por lo que se denomina comunidad internacional. Sólo entonces, una vez
obtenido este reconocimiento, adquiere personalidad jurídica internacional y
puede iniciar el proceso para solicitar el ingreso en todo tipo de organismos
tales como la ONU, la OTAN, la Unesco, la OMC, la OIT, etcétera. Una Catalunya
independiente debería pasar en primer lugar por esta fase, que, como es
natural, lleva un tiempo.
En segundo lugar, el
procedimiento para ser admitido como miembro de la UE no es sencillo. Dos son
sus principales fases. Primera, ser aceptado como candidato a negociar el ingreso,
lo cual requiere la unanimidad de los 27 estados miembros (que pronto serán
28).
Segunda, una vez
obtenida la condición de candidato debe ser admitido como Estado
miembro, para lo cual
también requiere la unanimidad y, además, la ratificación uno por uno de todos
los demás estados miembros. En esta fase, la Comisión Europea y los estados deberán,
en su caso, establecer las condiciones específicas que se pueden exigir a
Catalunya para entrar en la Unión.
Todo este proceso,
aun en el caso de que ningún Estado se opusiera a la entrada de
Catalunya, es lento y
trabajoso, no menos de tres o cuatro años. Y si algún Estado quisiera añadir
condiciones adicionales a la admisión, como es frecuente, el proceso se
alargaría todavía más. En el entretanto, Catalunya tendría la consideración de
Estado tercero y sus fronteras con España y Francia se habrían convertido en
fronteras exteriores de la Unión Europea.
Como sostiene una muy
reputada especialista en la materia, la catedrática Araceli Mangas ("Construir
la casa catalana por el tejado", El Mundo, 15/X/2012), en esta transición
hacia la UE las mercancías, servicios, empresas y capitales catalanes deberían
pagar "los aranceles que pagan los productos rusos, argentinos, japoneses
por venderse en cualquier Estado miembro". "Catalunya podrá poner
aranceles a los productos comunitarios. Ni los ciudadanos y empresas catalanas
tendrán derecho de establecimiento ni derecho al trato comunitario en tanto no
se celebren acuerdos para su estatuto de Estado tercero. Las empresas y
productos catalanes serán productos y empresas extranjeras en toda la UE. Los ciudadanos
de Catalunya dejarán de ser ciudadanos de la Unión; las normas son claras y contundentes,
la ciudadanía de la Unión se adquiere y se pierde automáticamente con la nacionalidad
de un Estado miembro y pasan a ser extranjeros en toda la UE, salvo que opten por
mantener la ciudadanía española. No habrá elecciones al Parlamento Europeo en Catalunya.
No habrá ayudas de los fondos europeos".
No dudo que un Estado
independiente catalán, con el tiempo, acabará integrándose en la UE. Pero no
serán las 24 horas previstas por Artur Mas, ni siquiera 24 meses, sino tres,
cuatro o cinco años, si todo va bien. Tras este periodo, la situación económica
y social de Catalunya habrá cambiado, seguramente a peor, y algunos mercados,
justamente los más próximos, se habrán perdido, quizás para siempre.
El pasado viernes Mas
declaró a La Vanguardia que el camino sería duro, muy duro, y que estaba
dispuesto para el sufrimiento. Me pregunto: ¿entonces para qué emprender el camino?,
¿para alcanzar la "plenitud nacional", ese insoslayable y peligroso
misterio?
Francesc de Carreras,
catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
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